sábado, 13 de abril de 2013



¿como generar menos basura?
Antes de comprar un producto, piense si le resulta necesario. Opte por lo de vida larga, reciclados y reciclables.
Antes de tirar cualquier objeto, piense si se puede aprovechar. Los juguetes, la ropa usada o los libros pueden serles de
utilidad a personas necesitadas.
Use productos reutilizables, como servilletas y pañuelos de tela, vajilla de cristal o de cerámica y demás. Evite el uso
de papel de aluminio o el film plástico alimentario; la fiambrera de cristal es una buena alternativa.
Reduzca el consumo de pilas. Éstas, además de contener sustancias tóxicas, son poco eficientes y derrochan energía.
Colabore en la separación selectiva de los residuos, ya que facilita las labores de reciclaje. Participe en los programas
de recolección diferenciada de residuos.
Utilice los “puntos limpios” señalados por la Municipalidad, que son los lugares donde pueden depositarse aquellos
residuos domésticos que no se generan en gran cantidad, pero cuya gestión puede ser problemática: por ejemplo,
aceites, baterías de automóviles, tubos de luz fluorescente, restos de pinturas, radiografías, residuos de elementos
informáticos y otros.
Solicite en los supermercados que le coloquen la mercadería que vas a retirar en la menor cantidad de bolsas de plástico posible. Dentro de las posibilidades, la mejor opción es volver a la bolsa de compras.
Minimice la cantidad de desechos que produce y aproveche el resto. Para eso conviene pensar muy bien qué va a comprar en los supermercados y no adquirir productos desechables o que lleven envoltorios superfluos.
No arroje residuos en la vía pública, sobre todo bolsas y envases plásticos, ya que se dispersan por los espacios y los
afea. En el caso de los envases, obstruyen los causes de agua.
Prefiera siempre usar papel reciclado. Reparar en vez de tirar es más económico y ahorra recursos naturales.
como reutilizar algún residuo?

Indudablemente, aunque nadie quiera quitarle méritos a las excelentes experiencias de reciclaje, el mejor residuo es siempre el que no se produce. Por consiguiente, como consumidores debemos tener en cuenta distintas prácticas y hábitos que facilitan una menor generación de residuos.
Sin duda, una de las mejores formas de fomento de un modo de vida más saludable es eliminando residuos innecesarios. Y en esta tarea tiene vital importancia el desarrollo de unconsumo más racional de productos de todo tipo, y de esta forma contribuir con la armonía del medio ambiente y el entorno que nos rodea.
No servirá de mucho el avance en tecnologías ecológicas o el desarrollo de energías limpias sino modificamos al mismo tiempo nuestra forma de vida. En otras palabras, si el cambio no empieza por nosotros mismos y por nuestra forma de relacionarnos con el mundo, y se deja de lado el consumismo extremo y se adoptan hábitos más saludables en el día a día, la llamada “revolución verde” nunca llegará.

Por supuesto, además de evitar la producción de residuos innecesarios, también deberemos tener en cuenta la forma de integrar los desechos producidos en el circuito de reciclaje, mediante los sistemas de recogida selectiva. Una buena medida para empezar en el camino de la reducción de los desechos es evitando el consumo innecesario de envases plásticos. ¿De qué manera?
Prácticas y hábitos para una forma de vida sostenible
Por ejemplo, hay que evitar el uso de productos como platos, vasos o cubiertos de plástico, no adquirir comestibles presentados en envases de este material o derivados, comprar botellas de plástico PET y no PVC (porque éstas últimas son más perjudiciales para el medio), o emplear bolsas de basura de plástico reciclado o bolsas ‘compostables’, en vez de las tradicionales de plástico.
También es posible colaborar en este aspecto. Por ejemplo, si se reutilizan las bolsas que se entregan en los supermercados, se eligen los envases de vidrio retornables en bebidas, se evita el uso excesivo de embalajes o se aprovechan sobres y papeles de regalo que puedan reutilizarse.
PROPUESTA PARA LA DISMINUCIÓN DE DESECHOS SÒLIDOS 

  • Compra sólo lo necesario y, si es posible, que sea biodegradable.
  • Disminuye el consumo de productos desechables o aquellos que contienen varios empaques.
  • Usa preferentemente tasas, vasos y platos de cerámica.
  • Utiliza envases retornables.
  • Lleva bolsa de mandado en lugar de pedir bolsas de plástico.
  • Usa las hojas de papel por ambos lados.
  • Elabora cuadernos nuevos con las hojas sobrantes de los cuadernos en desuso.
  • Organiza ventas de garage o venta de artículos que ya no son útiles.
  • Utiliza pilas recargables.
  • Da la máxima utilidad a las cosas sin necesidad de destruirlas.
  • Usa de nuevo un objeto con otro fin al que se compró.
Para contribuir al proceso de reciclar:
  • Separa los residuos en orgánicos e inorgánicos desde el momento en que se generan.
  • Enjuaga los envases usados de cartón multicapas (jugos, leche, etc.), y aplástalos para ahorrar espacio; los puedes depositar en los contenedores que se encuentran en algunas tiendas de autoservicio.
  • Quita la tapa y aplasta las botellas de PET.
  • Localiza centros de acopio que compren materiales reciclables.
Para reutilizar:
  • Hay que aprovechar bien los artículos antes de deshacerse de ellos.
  • Utiliza varias veces, hasta que sea posible, todos los objetos que generalmente se van a la basura, o adáptalos como substitutos de otros objetos que puedes utilizar. Hay muchas posibilidades, por ejemplo, utilizar las hojas de papel por los dos lados y rellenar las botellas de agua y refresco con aguas preparadas en casa




Los Ecosistemas terrestres son  todos aquellos que se encuentran sobre el subsuelo; se destacan los siguientes:
Los ecosistemas de esta clase se caracterizan por presentar: elevadas temperaturas en el día y bajas en la noche, factores determinantes como la humedad relativamente reducida y escasa precipitación.
Los vegetales propios de estos ecositemas pueden clasificarse principalmente en dos tipos:
  • Los representados por arbustos con hojas escasas y duras como la artemisa.
  • Los formados por vegetales con hojas carnosas como los cactus.

Estos organismos fotosíntéticos han desarrollado adaptaciones en las hojas para impedir la pérdida de agua.Así, las hojas reducidas y duras resisten la eliminación de agua por transpiración excesiva, mientras que los cactus con sus hojas carnosas almacenan  grandes cantidades de líquido y sus espinas ofrecen resistencia a la pérdida del mismo.
A pesar del aspecto árido de los ecosistemas desérticos, no carecen de vida animal: allí se pueden encontrar reptiles, aves, algunos mamíferos, mariposas, los cuales también presentan adaptaciones para conservar el agua.
Los ecosistemas desérticos (Figura 8) ofrecen baja productividad en sustancias alimenticias y otros elementos; sin embargo auxiliados con fuentes de energía y técnicas adecuadas de riego, fertilización y estudio de los suelos pueden convertirse muchas de sus áreas en sistemas altamente productivos.

    

Estos ecosistemas son equivalentes a las tundras de otros países. Se caracterizan por presentar aire frío, suelos áridos, nieves y neblinas la mayor parte del año.La vegetación está constituida por vegetales perennes, arbustos y árboles enanos, plantas herbáceas, líquenes, musgos, y algunos pastos. Entre los animales se pueden encontrar venados, osos, palomas, patos, reptiles, anfibios, roedores y aves.
Las plantas y animales que habitan este tipo de ecosistema, presentan adaptaciones para protegerse del frío, tales como: piel con bastante pelo y vello; las hojas de los vegetales están tupidas con pelusas finas y abrigadas.
Estos ecositemas presentan baja producción y escasa actividad humana.

Son ecosistemas formados por grandes praderas con escaso arbolado, donde predominan las gramíneas, pastizales y plantas de consistencia herbácea. Entre los animales se pueden encontrar ganados, mamíferos, roedores, aves y reptiles. Sobresale la ganadería, ya que son ecosistemas aptos para la cría y desarrollo de toda clase de ganado.
En estos sistemas se presentan dos épocas de lluvias, las cuales vienen a ser subsidios energéticos que producen florecimiento y rápido crecimiento del forraje, pastos y gramíneas utilizadas como alimento para los ganados.
Las sabanas ( figura 9) están siendo amenazadas por el crecimiento acelerado y no planificado  de la ciudad con sus múltiples sectores industriales y residenciales, los cuales están ocupando áreas correspondiente al ecosistema sabanero útil en la producción de alimentos. Es necesario y urgente nuevas políticas de construcción y urbanismo que detengan el crecimiento de las ciudades hacia terrenos fértiles.

El clima de las sabanas es tropical, con estaciones calurosas.
Son ecosistemas formados por densas áreas superbobladas de arbustos, árboles y matorrales, caracterizados por ser húmedos y con temperaturas de 24ºC.
Los organismos existentes son muy variados y exóticos tanto en fauna como en flora.
Existen varios tipos de bosques, dependiendo del clima, de las características y posición geográfica de los países, es así como encontramos bosques de clima frío, templado y lluviosos; entre los que sobresalen los siguientes:
  • Bosque Tropical lluvioso
Se caracterizan por presentar árboles con hojas muy anchas y verdes con lluvias durante toda la época del año, alta humedad y temperaturas, frecuentes inundaciones e incendios.
La vegetación es muy exuberante y exótica, en cuanto a los animales se encuentran gran variedad de reptiles, anfibios e insectos
  • Bosque andino:
Están formados por cinturones de bosques en la región andina, con climas templados o fríos; es decir se encuentran distribuidos hasta las partes cercanas al páramo.
La vegetación ofrece palmeras, helechos, leguminosas, diversidad de pastos y animales como murciélagos, osos hormigueros, ardillas, venados, puerco espines, conejos, zorros, y aves.
Los bosques (figura 9) influyen en la precipitación de las lluvias, control de clima, producción de oxígeno, conservación de suelos y de formas silvestre de flora y fauna; además son grandes productores de madera y pulpa para el papel.



I. El medio ambiente en el mundo

1. Ética, derecho a la vida y medio ambiente

La tierra que nos da vida, refugio y alimento, el ambiente que nos rodea, el suelo que pisamos y el cielo que nos cubre adquieren hoy ribetes amenazantes. Signos de un mundo lleno de incertidumbres y barbaries aparecen a diario en los medios informativos.
Una idea mayor se nos va imponiendo: la conservación ambiental es hoy un problema de sobrevivencia de la propia especie humana y de la vida tal cual la conocemos en la Tierra.
Y ese interés no pasa por la Ecología, simplemente, ni por el ámbito académico meramente, sino imperativamente debe llegar a la política, al actual espacio desencantado de la política e introducirse por la discusión ética
Gelsi Bidart, bajo el título «Derecho a la vida y medio ambiente», establece:
Encarado desde el punto de vista jurídico, el tema del medio ambiente aparece en el sector básico para todo ordenamiento legal, de los llamados derechos fundamentales o derechos humanos, pues la vida humana requiere de la naturaleza para subsistir. La naturaleza no es sólo el lugar donde se asienta aquella (estáticamente), sino un factor indispensable para que exista y se mantenga; con el agregado —hoy tan exigido— de que la vida pueda tener una calidad superior, la máxima que corresponda al hombre. Vale decir que el problema del medio ambiente se inserta en el derecho a la vida, que es el básico para la existencia, en relación a cada hombre, de todo otro derecho. Para que la vida exista es indispensable la naturaleza y de manera especial la bio-naturaleza, sin la cual no se da uno de los presupuestos indispensables para el hombre en vida.

2. La salud ambiental del mundo

Los problemas ambientales trascienden —hoy más que nunca— los marcos nacionales y regionales y se nos presentan en una dimensión planetaria, donde se destaca el tema del cambio climático.
La actividad humana ha incrementado el efecto invernadero, por el cual algunos gases (principalmente CO2, CH4, N2O y vapor de agua) devuelven a la tierra parte de la energía emitida por la superficie terrestre. Este fenómeno, que en su condición normal permite una temperatura compatible con la vida actual, cuando se incrementa produce trastornos climáticos de gran magnitud.
El Panel de Naciones Unidas para el Cambio Climático, avalado por tres mil científicos, no tiene dudas de que la temperatura del globo terrestre aumenta como consecuencia de la actividad humana, en particular a causa de la quema de combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas natural) y por la tala y quema de bosques.
He aquí algunos datos:
  • Los modelos climáticos pronostican que la temperatura global aumentará entre 1.4 y 5.8 º C para el año 2100. Este cambio sería mucho mayor que cualquier otro cambio climático que haya ocurrido por lo menos en los últimos 10000 años.
  • Se prevé que el nivel medio del mar se elevará entre 9 y 88 cm. para el año 2100. Esto sería causado principalmente por una expansión térmica de las capas superiores del océano a medida que se calientan, con alguna contribución proveniente del descongelamiento de los glaciares.
  • Esto determinaría la inundación de las zonas de costas bajas y otros daños importantes. Otros efectos podrían incluir un aumento de las precipitaciones a nivel global y cambios en la severidad y frecuencia de los eventos extremos.
¿Ha comenzado ya el cambio climático?, se pregunta este informe que transcribimos. Los datos muestran que sí, que ha comenzado:
  • Los registros de las mediciones indican un aumento de 0.6 + 0.2º C en la temperatura promedio global desde fines del siglo XIX. […] la década del 90 es probable que haya sido la más cálida del milenio y 1998 el año más cálido.
  • El nivel del mar ha aumentado entre 10 y 20 cm.
  • Los modelos sugieren que un calentamiento de 0.6º C debería resultar en el aumento real del nivel del mar observado a la fecha.
  • La cubierta de nieve ha disminuido en un 10% desde fines de los 60 en las latitudes altas y medias del Hemisferio Norte.
  • Hay más precipitaciones en muchas regiones del mundo. Se ha registrado un aumento del 0.5 a 1% por década en la mayor parte de las latitudes medias y altas de los continentes del Hemisferio Norte.
  • En algunas partes de África y Asia la frecuencia e intensidad de las sequías parecen haber empeorado.
En resumen, se concluye:
En general, existe nueva evidencia más fehaciente para aseverar que la mayor parte del calentamiento observado en los últimos 50 años es atribuible a las actividades humanas.
Parece pues claro que el debate científico no se centra sobre si existe o no una aceleración en el incremento de la temperatura del mundo, sino sobre su magnitud y sus consecuencias.
A pesar de ello, el presidente de los Estados Unidos, país responsable del 25% de la emisión mundial de CO2, ha anunciado que no firmará el Convenio de Kyoto, pálido paliativo mediante el cual los países del primer mundo se comprometen a reducir en promedio sólo el 5,2%, en promedio, la emisión de gases de efecto invernadero, con referencia a los niveles de 1990.

3. Un mundo globalizado

La globalización financiera, político-militar y cultural que se nos impone, acota severamente la capacidad de nuestros pueblos para definir su propio destino y, desde luego, para trazar políticas ambientales. En las bolsas de tres o cuatro ciudades se juega la ruleta financiera del mundo; pocas y anónimas manos hacen temblar las economías de los «países emergentes». En ese mundo así globalizado, donde cuantiosos capitales golondrina se transfieren en segundos mediante el uso de la informática y de la caída de todas las regulaciones, las sociedades marginadas parecen aferrarse a sus etnias, culturas y religiones.
El término países en vías de desarrollo suena como cruel ironía cuando uno asoma la vista sobre el África azotada por el hambre y el sida y retrotraída a las luchas tribales. También cuando contemplamos a nuestra América Latina abrumada bajo el peso de una deuda externa impagable, con índices crecientes de población bajo la línea de pobreza y de mortalidad y severa desnutrición infantil.
El mundo ha derivado hacia nuevas tensiones: militarmente unipolar, política y económicamente reagrupado en grandes regiones, financieramente global, culturalmente homogeneizado por un lado por los medios y las modas, atomizado por otro con el resurgimiento de cientos de localismos en rebeldía. La implosión del llamado socialismo real constituyó un cataclismo que atronó sobre la faz de la tierra; junto con ella se produjo el quiebre de la idea positivista de un inexorable camino lineal hacia el progreso social y el desarrollo económico. Nada ha sustituido a ese «mesianismo ateo», salvo el desconcierto de la izquierda que no consigue recomponer sus utopías y el avance del así denominado neoliberalismo, que nos convoca al consumismo y a la competencia como ideales de vida.
El diálogo y el consenso internacional han sido desplazados por el terrorismo de Estado y el privado, en una escala que nos retrotrae a los peores momentos de la historia de la humanidad. Las guerras localizadas, con cientos de miles de víctimas civiles, aparecen justificadas sobre la base de misiones trascendentes autoconferidas, en supuestas defensas de valores religiosos, éticos y políticos. Desde luego, la lucha por la dominación de recursos naturales escasos ha estado presente en cada evento, con diferentes antifaces; la historia, es bien sabido, es un baile de máscaras.
Ya en 1992, Guimarães prevenía que «[…] la crisis actual representa nada menos que el agotamiento de un estilo de desarrollo que se ha revelado ecológicamente depredador, socialmente perverso y políticamente injusto», y agregaba «la necesidad de cambios profundos en nuestro modelo de civilización».
Hoy, doce años después, exacerbado el ejercicio de la violencia contra hombres y naturaleza, convertidos los problemas en crisis agudas que fragmentan nuestras sociedades y atentan directamente contra aquel derecho a la vida —la vida de calidad que nos recuerda Gelsi—, surgen algunas preguntas ineludibles: ¿podemos y queremos iniciar la construcción de un modelo alternativo?, ¿tenemos otra opción?

4. Política y medio ambiente

Hoy en día es un lugar común afirmar que la cuestión ecológica es un problema político. Menos evidente sin embargo es el hecho de que la cuestión política sea, en gran medida, un problema ecológico.
En efecto, lo primero nos dice que resolver los problemas ecológicos supone una voluntad política que contemple los intereses de la mayoría de los que hoy viven y de las generaciones futuras, y no los beneficios a corto plazo de unos pocos. Esto exige, al menos, un Estado democrático, con mínimas fortalezas, y una sociedad civil estructurada, alerta y participativa; sobre ello volveremos.
La convicción de que la cuestión política es en gran medida un problema ecológico ha ido generando una creciente aceptación en las últimas décadas.
Expresión filosófica y a veces política de minorías ambientalistas desde la década del sesenta, fue extendiéndose a sectores académicos y ciudadanos a través de publicaciones y eventos internacionales de amplia repercusión.
En 1972 se realizó en Estocolmo la Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas sobre Ambiente Humano, con preocupaciones centradas en la contaminación, el crecimiento urbano desordenado, cuando aún se apostaba a echar mano a recursos técnicos para resolver los problemas que el crecimiento iba presentando.
En 1987 se publicó el llamado Informe Bruntland, «Nuestro futuro común», elaborado por la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo. Aquí se centra la atención en el desarrollo sustentable, en los temas de pobreza y las graves amenazas contra la salud ambiental del mundo. Vale la pena recordar que ya en aquel año 1987 se decía: «La pobreza es tanto causa como efecto de los problemas ambientales que aquejan el mundo»; «El desarrollo sostenible, cuyo objetivo es satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer la capacidad de las futuras para atender las suyas, se ha convertido en una necesidad perentoria, no sólo para los países del Tercer Mundo sino también para los del mundo internacionalizado»; «La protección del medio ambiente y la promoción del desarrollo económico no son desafíos independientes ».
También alertaba el Informe Bruntland, ya hace 17 años:
[…] en el recalentamiento del globo terráqueo, en el agotamiento de la capa de ozono de la estratosfera, en la contaminación de los océanos, en la destrucción de las selvas tropicales […] Al mismo tiempo, estamos más concientes de las repercusiones de políticas y prácticas de desarrollo controladas externamente y del fardo que supone la deuda externa masiva para los recursos naturales y sistemas ecológicos del Tercer Mundo.
La Cumbre de la Tierra, como se llamó a la Conferencia de Río de 1992, consagró la asociación ineludible entre conservación ambiental y desarrollo. Como lo recuerda Guimarães, la propia resolución 44/228 que convocó a la Conferencia afirma que «pobreza y deterioro ambiental se encuentran íntimamente relacionados » y declara que se impone una solución «eficiente y urgente» para el problema de la deuda externa, aunque esto último fue soslayado en la Conferencia.
Cinco documentos resultaron, de los cuales vale la pena destacar las dos convenciones: la Convención Marco sobre Cambio Climático y la Convención sobre Diversidad Biológica y la Agenda 21. Esta última, con un enfoque global sobre los problemas del mundo, reclama la necesidad de un cambio profundo, pues en caso contrario:
Podemos seguir las políticas actuales, que perpetúan las diferencias económicas entre los países y dentro de ellos, aumentan la pobreza, el hambre, la enfermedad y el analfabetismo en todo el mundo y que causan el deterioro continuado de los ecosistemas de los que dependemos para sostener la vida en el planeta.
En 2002, se realizó la Conferencia de Johannesburgo (Río + 10). Maurice Strong, quien fue Secretario General de la Cumbre de la Tierra de 1992, declaró:
En Estocolmo perdimos la inocencia. Antes dañábamos el ambiente sin advertirlo. En Río lo comprendimos mucho mejor. Firmamos convenciones sobre cambio climático, sobre biodiversidad […] Ahora tenemos los medios, pero nos falta motivación. Nos falta un sistema de valores morales y éticos.
Podríamos agregar que en Johannesburgo perdimos ya no la inocencia, sino la esperanza en la eficacia de proclamas, declaraciones y convenciones, algunas de las cuales no obtienen siquiera la firma de las potencias más poderosas de la Tierra.

5. Economía y medio ambiente

Nuestra ciencia económica clásica ha soslayado una realidad básica al desarrollo socioeconómico humano: los recursos naturales son agotables; hay un límite físico y biológico al crecimiento económico.
Vivimos en un planeta cuya única fuente externa de energía es la luz solar y estamos utilizando el capital natural acumulado durante millones de años. Hemos actuado como si ese capital fuera inagotable o como si fuera siempre sustituible por tecnología, lo cual no es cierto. De acuerdo con nuestros conocimientos actuales, los combustibles fósiles no son renovables. Tampoco lo es la biodiversidad; la desaparición de una especie, por pérdida de hábitat, caza indiscriminada o competencia de especies alóctonas, es irreversible. La tala de bosques nativos, de especies arbóreas preciosas, es también, a nuestra escala, una pérdida irreparable. La erosión de los suelos, la contaminación y el despilfarro del agua dulce, incluyendo los acuíferos, constituyen pérdidas total o, al menos, parcialmente irreversibles. No conocemos la tecnología para reparar la capa de ozono y sabemos algo más sobre cómo evitar el recalentamiento de la Tierra, pero no tomamos las medidas para evitarlo. Por ello, dice Renato Crespo:
La insistencia de los ecólogos sobre el concepto de «punto sin retorno» tiende a hacer penetrar el concepto de la irreversibilidad de los fenómenos en el mundo de las decisiones políticas, hasta ahora incapaces de captarla.
A la limitación proveniente de la condición de agotable de los diferentes recursos naturales se suma lo que recuerda Leopoldo Mármora:
[…] es otra la escasez que gana importancia cada vez más rápido: los límites de tolerancia y la capacidad de absorción de la tierra, el aire y el agua. Lo que tradicionalmente se entendía por recursos naturales eran las materias primas no renovables de carácter agrario o industrial. Las nuevas líneas de conflicto giran en cambio alrededor de un «recurso» totalmente distinto, los ecosistemas globales capaces en principio de regenerarse ellos mismos, los bosques naturales, los suelos, océanos y la atmósfera».
Esto que hoy se denomina resiliencia, anglicismo que refiere a esa capacidad de autorregeneración de ecosistemas utilizados o dañados por el hombre.
Todo este conjunto de consideraciones ha llevado a la creación de lo que algunos autores llaman disciplinas híbridas, que intentan integrar las ciencias de la naturaleza con las ciencias sociales, entre las cuales la economía ecológica se define como «una transdisciplina científica emergente y que reconoce límites ecológicos al crecimiento económico y que se ocupa de estudiar y manejar el problema de la sustentabilidad». La economía así concebida, como parte de un sistema mayor, pierde su carácter mitológico de megaciencia infalible e inexorable, guiada por los nuevos chamanes de la tecnoburocracia financiera.

II. Medio ambiente y Mercosur

En este breve trabajo no pretendo, ni estaría en condiciones de hacerlo, exponer una semblanza detallada de los problemas ambientales de esta región de América Latina. Intentaré señalar algunos rasgos importantes comunes, para los diferentes ámbitos y recursos, identificando con pocos ejemplos la magnitud de los problemas. Al final procuraré extraer algunas conclusiones y propuestas generales.

1. Pobreza y marginación urbanas

Éste es el principal problema ambiental de nuestros países. Vivimos en sociedades fragmentadas, con tres planos de clivaje: pobres marginados y ricos cercados; hipertrofia urbana y deserción rural; jóvenes sin oportunidades y adultos sin utopías.
Con índices de pobreza que alcanzan o superan el 50% de la población — cualquiera sea el método que se aplique en el cálculo— no hay políticas ambientales viables; esto es insostenible social y ambientalmente.

2. Residuos sólidos y contaminación urbana

Sólo en Montevideo se producen por día de 1500 a 2000 toneladas de basura, sobre la cual operan 6000 recolectores-clasificadores que recorren la ciudad sobre destartalados carritos, con sus niños a cuestas. Esto permite evaluar la magnitud del problema, a su vez técnico y social.
En Buenos Aires se ha señalado:
Miles recorren las calles de la ciudad para revisar la basura […] el marginal y el harapiento han dejado de llamar la atención. La acuñación del eufemismo «trabajadores de la basura» habla por sí misma de este proceso de normalización de la miseria.
Estos ciudadanos viven en villas miseria, con frecuencia situadas sobre cursos de agua que atraviesan las ciudades, muy contaminados por residuos y efluentes urbanos e industriales.
Los recientes casos de plombemia severa en niños de barrios carenciados de Montevideo sorprendieron a la sociedad en su conjunto y mostraron un nuevo frente para atender, en la fragilidad ambiental que prevalece en esos ámbitos.
Aunque en varias ciudades ha mejorado el servicio de recolección de residuos, persisten graves problemas en su disposición, pues predominan los vertederos a cielo abierto, a veces en ríos, quebradas o humedales, sitios altamente inconvenientes para ese fin, lo cual contribuye a una importante contaminación ambiental.
Si bien existe una tendencia a la instalación de rellenos sanitarios bien manejados, este procedimiento es aún minoritario en la región.

3. Costas

Al menos dos terceras partes de la población de Argentina, Brasil y Uruguay viven sobre la costa. Sin embargo, hemos maltratado la costa. Uruguay es un ejemplo de esto, con un modelo de crecimiento urbano lineal de alta densidad de ocupación a lo largo de ejes viales costeros, en predios de dimensiones pequeñas.
Esto distorsiona el sistema de dunas primarias, provoca problemas de saneamiento que afectan la calidad de arenas y aguas, altera el paisaje, elimina ecosistemas nativos como el bosque psamófilo y poblaciones de especies animales costeras y provoca severas pérdidas de arena por la construcción de murallones contra la línea de rompiente.
Dalon nos presenta una Argentina de espaldas al mar: «el fomento de construcción [en la costa] hasta llegar a la ocupación plena del territorio municipal, rebozante de edificios […] puede ser la pesadilla del futuro». También señala lo que considero rasgos comunes de la región: gran dispersión normativa y superposición entre las diversas jurisdicciones.
Estamos pues lejos de incorporar la gestión integrada costera como tema ambiental prioritario, a pesar de los múltiples servicios que brinda la costa, entre otros, el de ser asiento de una importante industria turística.

4. Suelos

En América Latina, el principal problema ambiental que atenta contra el desarrollo sustentable es el mal uso de la tierra, que conlleva a la erosión y pérdida de fertilidad de los suelos, la desertización, la deforestación, la degradación de pasturas, la salinización, la alcalinización de los suelos bajo riego, junto con la subutilización de las tierras agrícolas de buena calidad.
La erosión de suelos se considera el principal problema ambiental del Uruguay, fuera de los medios urbanos. Los datos de la Dirección de Suelos, para hace ya 30 años, indicaban que un 30% del territorio estaba afectado por algún grado de erosión, porcentaje que asciende al 80% en las áreas bajo cultivo.
En Paraguay, por su parte se comprueba:
Los suelos de las tierras habilitadas para la producción agropecuaria, están sufriendo un acelerado proceso de degradación por erosión, causando la pérdida de fertilidad y capacidad productiva de las mismas, siendo este aspecto más crítico en aquellos suelos dedicados al monocultivo extensivo.
A su vez, como lo recuerda F. García:
Los sedimentos generados en los procesos erosivos son el principal contaminante de aguas superficiales a nivel global, según una publicación de FAO.
Las súbitas oscilaciones en los precios internacionales, que definen en cada coyuntura nuestras preferencias productivas, han provocado en estas últimas temporadas un incremento desaforado de la superficie cultivada con soja.
Estas bruscas expansiones van siempre acompañadas de un uso indiscriminado de suelos con escasa vocación agrícola y de un incremento del monocultivo, con ausencia de prácticas conservacionistas. Esta agricultura desplaza también las pequeñas producciones de cultivos locales, lo que constituye un problema social y afecta en el mediano plazo la propia seguridad alimentaria de nuestros países, problemas que pocas veces se analizan con referencia al desarrollo regional.

5. Aguas

El agua dulce es en el mundo de hoy un recurso escaso, motivo de preocupación y conflictos crecientes en las regiones más carenciadas. Según Chomenko, en América Latina la disponibilidad de agua se viene reduciendo drásticamente:
[…] en 1950 teníamos una disponibilidad per cápita de 105 mil m3, en 1980 este valor pasó a aproximadamente 49 mil y la proyección para el año 2000 es de apenas 28 mil m3.
Según Viglizzo,(*20) existe asimetría entre los países del Mercosur en la utilización del agua y en los recursos internos que poseen de este elemento, como el muestra el cuadro siguiente:
Extracción per cápita (m3/año)Flujo desde otros países (km3/año)Utilización agricultura (%)Utilización industria (%)Utilización doméstica (%)Recursos internos (km3/año)
Argentina105930073189694
Brasil21217004017435190
Paraguay11122078715468
Uruguay24165913659
Como destaca el autor, los flujos de agua recibidos por vía fluvial desde otros países, son particularmente importantes para Argentina, Paraguay y Uruguay, lo cual crea vulnerabilidad y dependencia con relación al manejo de tierras y aguas, aguas arriba. Puede advertirse también que, salvo en Brasil, la agricultura es el mayor consumidor de agua (73 a 91%).
Este autor observa:
La depredación de las fuentes de agua dulce como resultado de las actividades humanas se inicia en los asentamientos y se agrava con el crecimiento y la intensificación productiva […] La erosión de suelos en las cuencas y ecosistemas deforestados carga a los ríos con sedimentos […] Esto es un problema particularmente grave en la Cuenca del Plata.
El mismo Viglizzo concluye:
[…] cualquier política agrícola común para el Cono Sur debería apoyarse en el concepto de unidad de cuenca y articularse sobre un manejo integrado de los recursos tierra y agua. La desagregación del problema en componentes aislados restaría toda eficacia a la solución de problemas que tienen, claramente, una dimensión regional.
Concuerdo plenamente con esta conclusión. Debemos mencionar también la preocupación por el buen manejo del acuífero Guaraní, compartido por los cuatro países, uno de los mayores del mundo, que está siendo objeto hoy de análisis por organismos técnicos regionales.

6. Bosques

Los bosques nativos, más allá de su alto valor maderable, brindan servicios ambientales trascendentes en el ciclo del agua y del CO2, en el control de la erosión y como refugio de una muy rica biodiversidad.
Según lo plantea E. Wilson, los bosques tropicales lluviosos contienen más de la mitad de las especies de la biota del mundo entero. Sin embargo, en la región, los bosques tropicales y subtropicales han sido y siguen siendo drásticamente reducidos por tala indiscriminada y quema. Esto, en condiciones de altas temperaturas y abundantes lluvias, conduce a una rápida e irreversible degradación de estos ecosistemas muy frágiles, con suelos de muy baja fertilidad, en los cuales la mayoría de los nutrientes forma parte del tejido vivo de los árboles o se halla en el mantillo superficial situado en los primeros centímetros del suelo.
Según los datos presentados por el proyecto MGAP/GTZ, el cuadro muestra la deforestación en la región oriental del Paraguay de 1945 a 1991.
AñoSup. bosque (ha9% del total
19458.805.00055,1
1965 - 19687.042.00044,1
1975 - 19765.492.00034,4
1984 - 19853.929.00024,6
19912.403.00015,0
Si esta tendencia se mantuvo, los datos de hoy nos acercarían a la desaparición total del bosque.
Se estima que en Argentina la pérdida en superficie boscosa en los últimos 80 años asciende a unos 66 millones de hectáreas […] El principal ecosistema forestal afectado ha sido el de los Bosques Chaqueños […] En el Chaco, las dos especies de quebracho colorado (Schinopsis spp.) han sido los más explotados.
La otra zona de la región que ha sido motivo de preocupación permanente es el bosque tropical amazónico, la mayor área verde del mundo actual. De acuerdo con el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciais (INPE), ya fueron deforestados cerca de 550.000 km2 de selva amazónica, lo que equivale al 13,7% del total.
Según datos del INPE/IBAMA de 1998, la tasa de deforestación anual en la Amazonia brasileña tuvo un pico de máxima entre 1992 y 1995, alcanzando los 3 millones de hectáreas por año, para descender en 1997 a algo menos de 1,5 millones de hectáreas. El avance de la tasa de deforestación parece corresponder a los asentamientos agrícolas impulsados por el Gobierno durante los setenta y los ochenta, en particular en el estado de Rondonia. En efecto, en Rondonia entre 1975-86 la población se multiplicó por diez y se pasó de 1.250 km2 a 17.000 km2 talados al final del período.
Aparentemente, estas tendencias han sido mitigadas por la creación de reservas bajo la responsabilidad administrativa del Instituto Brasileño de Medio Ambiente (IBAMA), gestionadas como «reservas extractivistas», con enfoque sustentable y participación de la población local.
El sacrificio de Chico Mendes no habría sido entonces en vano. No obstante, continúan los conflictos que enfrentan grandes empresas y latifundistas con las poblaciones locales, las cuales defienden sus culturas y los recursos que les han dado vida y sustento por siglos.
Sobre la tasa de deforestación actual en el área, hay datos contradictorios. De acuerdo con Lorival SantAnna, es de 23.000 km2/año, lo cual resulta inadmisible para la sustentabilidad del sistema.
Durante el nuevo Gobierno Nacional de Brasil se ha comenzado el análisis del Plan de Amazonia Sustentable (PAS), pero existe el temor entre las organizaciones ambientalistas que sea sólo un nuevo progreso en el papel.

7. Biodiversidad

Este término incluye la diversidad de ecosistemas, de especies y la diversidad genética dentro de cada una de ellas. Debemos comprender que los recursos genéticos —en particular los fitogenéticos— han adquirido un valor estratégico a nivel mundial, como antes las minas, el petróleo, y hoy las reservas de agua dulce.
Los países pertenecientes al Cono Sur de Sudamérica (Argentina, Bolivia, sur de Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay) constituyen, desde un punto de vista biogeográfico, un conjunto interrelacionado de ecosistemas y formaciones vegetales que presenta, entre otras características, una muy particular diversidad fáunica con un alto porcentaje de endemismo y la existencia de numerosas especies nativas de gran valor para la ciencia. Por otra parte, en estos países existe una estrecha relación entre la explotación de la fauna silvestre y el bienestar de las comunidades rurales
Según datos del World Conservation Monitoring Center de 1992, los mismos autores consignan el número de especies de vertebrados amenazadas para los países del Mercosur ampliado: Argentina, 81; Bolivia, 59; Brasil, 174; Chile, 40; Paraguay, 52; Uruguay, 18.
Las pérdidas de biodiversidad en la región están sobre todo relacionadas con la destrucción y fragmentación de los hábitat naturales, de lo cual son ejemplos la tala de bosques ya mencionada, la desecación de humedales y la transformación de praderas en campos de cultivo.
Para compensar las tierras destinadas a la producción, existe el consenso de que la forma más adecuada de conservar la biodiversidad de cada región es por la conservación in situ, es decir, en su propio medio natural, mediante un sistema de áreas silvestres protegidas representativo de los diferentes ecosistemas y bien gestionado, con fuerte participación de la población local. La conservación ex situ, en bancos de genes, colecciones vivas, jardines botánicos, etc., es complementaria, pero presenta severas limitaciones; entre otras, que los grandes bancos de genes están bajo la égida de los países del primer mundo o de organizaciones que les responden, y además que no siempre ofrecen condiciones de seguridad técnica.
Hemos sostenido ya que la conservación in situ en áreas silvestres protegidas tiene ventajas evidentes: 1) son actos independientes de cada país o región; 2) conservan el ecosistema con el conjunto de especies y no sólo aquéllas bajo cultivo; 3) mantienen los procesos de evolución, por mutación, hibridación y selección natural y no son una «foto» de la variabilidad existente; 4) son procedimientos económica y ambientalmente sustentables y no dependen del buen funcionamiento de costosos equipos.
Para el Mercosur, sobre la base de datos del PNUMA de 2000, obtenemos el siguiente cuadro, donde se suman las áreas protegidas de todas las categorías.
PaísNúmero de áreas protegidassuperficie total de áreas protegidas (km2)% de superficie de áreas protegidas sobre el total del país
Argentina22491.2613,3
Brasil582526.7176,2
Paraguay2014.0113,5
Uruguay134750,27
Este cuadro no incluye sin duda el área de la Reserva de Biosfera Bañados del Este de Uruguay, cuya propuesta de delimitación y zonificación  no ha sido aún aprobada oficialmente.
De todos modos, Uruguay presenta en este aspecto un fuerte retraso respecto a la región: La Ley de Creación del Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas fue recién aprobada en febrero de 2000 y aún no ha sido reglamentada, en tanto que en Argentina la Administración Nacional de Parques Nacionales se creó por ley en 1981.
En cualquier caso, los porcentajes son bajos en relación con la riqueza natural de los países. Asimismo, no todos los ecosistemas importantes están representados en las áreas, ni todas ellas son funcionales. Lamentablemente, existen muchas áreas con existencia sólo en el papel.
La tendencia futura deberá ser integrar en el nivel Mercosur áreas transnacionales que contemplen la conservación y el uso sustentable de las grandes cuencas que conforman la biogeografía de la región. Este esfuerzo debería articular la decisión política de los Estados con una fuerte participación de la sociedad civil y de los pobladores locales. No habrá conservación ambiental sin involucrar y beneficiar en forma directa a quienes viven en y de la región, contando con el apoyo en el propio terreno de los organismos públicos competentes.

8. Energía

La elevación del precio internacional del petróleo a principios de los años setenta condujo en la región [América Latina y el Caribe] al establecimiento de una base energética menos dependiente de los hidrocarburos. Entre 1980 y 1995, la generación regional de electricidad se duplicó, pasando de 366,2 a 772.7 mil millones de kilovatios/hora. En Paraguay y Brasil, el 99,7 y el 91,7% de la generación eléctrica, respectivamente, es hidráulica.
En toda la zona sur grandes complejos hidroeléctricos binacionales transformaron la región: Itaipú (Brasil-Paraguay), Salto Grande (Argentina-Uruguay). Según datos del año 2000, Uruguay, que no dispone de combustibles fósiles, tiene una oferta primaria de energía de 60% de petróleo importado, de 25% de energía hidroeléctrica y de 11% de leña. Dejando de lado los costos ambientales de su implementación, la energía hidráulica es «limpia» pero dependiente de condiciones climáticas. Esto hace que Uruguay, en años secos, deba recurrir a plantas térmicas alimentadas con hidrocarburos.
De todos modos, como lo plantea Honty:
La última década ha sido la década de la «integración energética» en América Latina y en particular el Cono Sur está viviendo un proceso de interconexión eléctrica y gasífera que está transformando profundamente la estructura del sector. Sin embargo esta integración física no se ha visto acompañada de una integración en estrategias sustentables para la región.
La actual crisis energética que aqueja a la región nos obliga a profundizar y ampliar la integración energética con el resto de América Latina y a sondear la incorporación de nuevas fuentes de energía. Todo ello supone decisiones políticas mayores y un esfuerzo conjunto de investigación aplicada y desarrollo para adaptar a nuestras condiciones fuentes tales como conversión de biomasa; energía eólica; sistemas de energía solar, térmicos y fotovoltaicos; conversión de energía térmica oceánica; energía geotérmica; y, desde luego, la complementariedad entre ellas y con las fuentes tradicionales.

III. Algunas conclusiones y propuestas

1. Políticas ambientales

Cabe preguntarse si realmente existen políticas ambientales en la región. Uno tiene la impresión de que sí hay un conjunto de normas jurídicas de diferente jerarquía aprobadas sobre problemas ambientales, tendencia que se ha incrementado en las últimas décadas.
A su vez, se han desarrollado diagnósticos científico-técnicos de excelente nivel, existen proyectos regionales bien orientados, hay preocupación por monitorear daños de ciertas prácticas agrícolas e industriales, funcionan, aun con dificultades, áreas naturales protegidas y algunas ciudades han asumido el liderazgo con referencia al ordenamiento urbano.
No caben dudas de que la conciencia ambiental se ha incrementado en la región, en gran parte impulsada por la sociedad civil y por sectores académicos, a través de campañas de difusión, programas de educación e investigación y amplias discusiones públicas sobre temas trascendentes, como el desarrollo sustentable, los organismos genéticamente modificados, la pérdida de biodiversidad, la propiedad de los recursos genéticos y la forestación masiva con eucaliptos.
Todo ello es cierto, pero estos esfuerzos, a veces muy valiosos, no se articulan en políticas de Estado. Hay muchas normas jurídicas pero pocas se aplican plenamente, pues no hay capacidad de gestión ambiental en el terreno. Existen muchas áreas protegidas, pero a veces sólo en el papel. Continuamos erosionando nuestros suelos, perdiendo biodiversidad, talando y quemando nuestros bosques nativos.
En nuestras grandes ciudades se aglomeran en forma creciente cientos de miles de compatriotas que viven en condiciones infrahumanas, en medio de basurales y cursos de agua contaminados. Niños desnutridos, marginados de un mínimo amparo biológico y cultural, conformarán la ciudadanía del futuro.
En realidad, en medio de la fuerte crisis financiera, socioeconómica y cultural que nos ha golpeado, nuestros gobiernos han estado sumidos en salvar la coyuntura: el pago de los vencimientos con los organismos internacionales, las complejas y azarosas combinaciones del ajedrez de la política partidaria. Todo ello acompañado por un debilitamiento del Estado impulsado por un fuerte cuestionamiento de su rol, mediante una avasallante prédica ideológica.
¿Puede haber políticas ambientales en estas condiciones? ¿Puede haberlas sin integrarlas en políticas de Estado de largo plazo, que incluyan una fuerte articulación regional?
Tal vez, el elemento más valioso que puede anotarse en un sentido positivo es la propia creación del Mercosur, proceso aún lleno de incertidumbres en el cual estamos inmersos. Esta integración regional brinda la oportunidad y nos obliga a pensar y planificar a largo plazo, en la formulación de políticas en función de nuestros intereses regionales, en las cuales deberán integrarse los objetivos ambientales.

2. Un cambio cultural

He dicho en otro ámbito, en referencia al Uruguay, lo que entiendo es aplicable al conjunto de la región.
Para iniciar la construcción de nuevas utopías, orientadas hacia sociedades más equitativas y democráticas, dentro del paradigma de un desarrollo sustentable y socialmente no excluyente, necesitamos una especie de switch, un cambio cultural que ilumine otros valores y nos devuelva la confianza en nosotros mismos.
Un cambio profundo, que tiene implicaciones éticas, político-sociales e institucionales, a partir de lo cual podamos recomponer los parámetros económicos y la relación sociedad-naturaleza.
En primer lugar, decretar tolerancia cero para la fragmentación social y cultural. Tomar conciencia de que hoy los problemas ambientales están íntimamente entretejidos con la pobreza y la marginación de sectores crecientes de nuestras poblaciones, de las cuales los niños son las víctimas más dolorosas y más terribles de cara al futuro.
Este tema debería estar en el centro de cualquier política ambiental, lo cual incluye rever la cobertura de servicios básicos, desde la seguridad alimentaria hasta la educación.
Supone también la capacitación masiva de las comunidades para su participación en planes de desarrollo local sustentable, para la promoción del autoabastecimiento alimentario, para mejorar los niveles de calidad del trabajo informal y paulatinamente integrarlo en los circuitos económicos regulares.
En segundo lugar, creo imprescindible reformular las instituciones estatales en varios sentidos: rescatar la jerarquía y dignidad del concepto de servidor público; fortalecer su capacidad técnica; centralizar las políticas y descentralizar la gestión en el plano territorial; articular las instituciones públicas entre sí, con la sociedad civil y con el sector privado. Nuestras instituciones estatales deben dejar de funcionar desde fuera y desde lejos de los problemas y pasar de ser visitantes a ser actores comprometidos.
No habrá gestión ambiental eficaz sin la participación directa y activa de los actores locales; tampoco la habrá sin la presencia en el terreno de quienes tienen las competencias para hacer cumplir las normas que hoy se infringen. En tercer lugar, respetando cada uno sus características, los países de la región deberían recomponer el ordenamiento de sus territorios y recuperar el equilibrio poblacional y de crecimiento general en la relación medio urbano-medio rural o capital-interior, más aplicable para los dos países platenses.
Nuestras grandes ciudades se han convertido en ámbitos congestionados, que reciben el flujo migratorio rural sin capacidad de brindar servicios mínimos, con serios problemas de contaminación del aire y del agua y con una inseguridad alarmante y creciente.
Por otro lado, se han creado fuertes movimientos campesinos exigiendo tierra, de los cuales el más destacado es el MST de Brasil, que reúne a cientos de miles de familias.
Parece imprescindible incorporar a la actividad productiva la conservación ambiental y el desarrollo democrático del país a estos contingentes de compatriotas. A su vez, el asentamiento de las poblaciones rurales en su propio medio implica otorgar al interior —medio rural, ciudades y poblados menores— una función nueva y compleja que, manteniendo la de generar productos primarios, la trascienda por medio del desarrollo regional y local. Esto supone una multifuncionalidad agropecuaria que, con fuerte apoyo del Estado, apueste a producciones múltiples y servicios alternativos. Entre ellos, industrias artesanales de calidad «natural», ecoturismo, cría de especies silvestres, agricultura orgánica, artesanías y servicios de recreación y gastronomía con identidad local.
En esta visión, el desarrollo local actúa como ancla para impedir o mitigar la migración rural hacia los cinturones de miseria de grandes ciudades. ¿No será humana y ambientalmente más justo y eficiente, e incluso económicamente menos costoso, que dejar crecer la fragmentación social de hoy día?
En cuarto lugar, el desarrollo sustentable no significa volver al «buen salvaje »; precisamos no menos sino mucha más ciencia y tecnología aplicadas a mejorar la gestión ambiental y a crear cientos de nuevas propuestas para el uso sabio de nuestros recursos naturales.
La región debe integrar programas transnacionales, interdisciplinarios de investigación y de educación para formar nuevas generaciones de profesionales, actores locales y educadores capacitados en gestión ambiental, con visión holística y pragmática, en directa relación con la realidad, esa gran maestra.
Finalmente, tenemos excelentes diagnósticos, pero se realiza bastante menos de lo que se escribe y se habla. Me parece que olvidamos que, a partir de cierto nivel de conocimientos, sólo el accionar inteligente nos enseña, y que con frecuencia los daños son mayores por omisión que por acción.

3. Una reflexión final

La región ha recuperado su vocación democrática; parece que a pesar de todas las crisis se abre una luz. Sin embargo, al mismo tiempo, nos dice Filgueira: «el proceso tiene una paradoja», pues aparecen a la vez signos de desencanto con la democracia, lo que este autor denomina «deflación de expectativas».
Movimientos sociales dinámicos, heterogéneos, de integración incierta, unidos por su condición de desocupados, por su marginación de los circuitos económicos y culturales formales o agrupados por lazos étnicos, culturales y territoriales, constituyen una suerte de poder paralelo con sus propios códigos y objetivos a corto plazo.
Integrar a estos sectores en el esfuerzo de creación de sociedades más justas y democráticas es condición indispensable para hallar caminos de desarrollo sustentable: ambos procesos están indisolublemente unidos